UN CUENTO DE ELSA ROSSI RACCIO
El departamento de Elizabeth estaba ubicado en la Avenida 125, al norte del Central Park. Si bien pertenece al barrio de Harlem, esta zona se caracteriza por el predominio de los hispano-parlantes dentro de los cuales la mayoría son puertorriqueños. A pesar de que el departamento no era muy grande, brindaba comodidad a quien lo habitara, se lo veía bien equipado y sobre todo decorado con buen gusto.
Pero la confortabilidad y la calidez que emanaba de él, no llegaba a satisfacer a su dueña; últimamente se la notaba nerviosa, ansiosa, y a veces imperante. Estaba acompañada por Eric, un muchacho bastante menor que ella.
¿Tomaste el desayuno?, preguntó Elizabeth
No, yo esperaba que fueras al mercado.
¿Para qué?
Porque ahí venden ese pan que tanto me gusta, respondió Eric haciéndole un mimo.
Bien, voy a comprar el pan pero no te olvides de lo que tenemos que resolver.
Eric quedó solo y pensativo. Tenía un poco de frío, sabía que a fines de septiembre se hacía notar el cambio de temperatura. Pero indudablemente el frío más intenso era el de su alma. No podía borrar el horror que había vivido con la voladura de las Torres Gemelas. Se acomodó la camisa, se arregló un poco el pelo y se tiró en un sillón mientras esperaba a Elizabeth.
Aquí está tu pan, chiquito, dijo ella, es el mismo que nos daban en la oficina con el café.
Gracias mi amor, ahora sí voy a desayunar a gusto.
Es mejor que no salgas a la calle, hay mucha gente deambulando y algunos, sin rumbo fijo, no conviene que te vean hasta que no tomes una decisión, contestó Elizabeth impaciente.
Anoche hablamos sobre la resolución que debemos tomar, acotó Eric un poco nervioso, espero tu conformidad.
Vos sabés que te quiero mucho, pero la solución que planteaste no me convence, no me basta.
Yo también te quiero mucho, por eso me pareció la más conveniente, Eric trataba de convencerla.
Un día te prometí que yo iría con vos a cualquier parte del mundo, pero hay algo que no me cierra en esta historia, la voz de Elizabeth se iba apagando.
Cómo que no te cierra¡ si justamente nos vamos a ir muy lejos, adonde nadie nos conozca…con eso estabas de acuerdo, Eric ya se ponía nervioso.
Sí, es cierto, con eso estoy de acuerdo pero yo me merezco más, no me siento completa de este modo. Necesito una prueba contundente para que nadie nos pueda separar.
¿Y cuál es esa prueba?
Cuando estemos lejos y ya instalados en el lugar elegido, tenés que notificarle a tu mujer, que estás vivo.
Fin
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