Linea Oeste

De conventillos a villas miseria

01/06/2020
De conventillos a villas miseria

Con la llegada masiva a nuestro país de inmigrantes europeos, expulsados por la pobreza y el hambre en las últimas décadas del siglo XIX y alentados por la ley de inmigración y colonización de 1876 durante la presidencia de Avellaneda, se produjo un aluvión en pocos años de italianos y españoles especialmente. La mayoría eligió asentarse o quedarse en la Ciudad de Buenos Aires, en lugar de instalarse en los campos del interior de la pampa húmeda donde se necesitaban brazos para trabajar la tierra y criar ganado.

Así fueron surgiendo los primeros conventillos en los barrios del sur de la ciudad capital, ocupando piezas de grandes casonas abandonadas o malvendidas por sus antiguos dueños, que habían escapado de la fiebre amarilla,  azotados unas décadas antes. 

Su surgimiento generó la conformación de un nuevo paisaje urbano que reproducía las desigualdades  sociales y económicas entre un lado y otro de la Avenida Rivadavia.

 

Luego de la crisis mundial de 1930, nuestro país inició un proceso de sustitución de importaciones e incipiente industrialización, generando una migración interna del campo a la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. Con el ascenso del Peronismo, esa situación se profundizó al crearse varios polos industriales en el Gran Buenos Aires, Rosario y La Plata. Es la época de la aparición del "cabecita negra", término despectivo con que se describía al provinciano proveniente de zonas rurales del interior del país o zonas limítrofes por parte de los sectores de clase media y alta de la gran ciudad. Muchos de ellos se asentaron en los nuevos barrios de emergencia de la Capital Federal, ocasionando nuevos problemas como déficit habitacional y consecuente hacinamiento. Son en estas villas o asentamientos populares donde se concentran y desnudan las grandes falencias del gobierno porteño actual: superpoblación, falta de agua corriente y cloacas, deficiente urbanización y contagios incontrolables de pestes y epidemias. 

La mayoría de sus habitantes vinieron del interior del país y de países limítrofes, viven de changas y trabajos precarios, muchos son albañiles y han construído sus propias viviendas como han podido con los pocos recursos con los que cuentan.

 La escasez de políticas urbanas estatales a través de décadas y la presión que sobre el precio del suelo ejercen los grandes inversores de la ciudad para emprendimientos inmobiliarios; marcan el estado de abandono y desentendimiento y agudiza las diferencias sociales. Por eso, con la llegada del COVID 19 a nuestro país -traído por el turismo que viajó de vacaciones al exterior-, el sector más afectado fue el más vulnerado y postergado: los y las empleados/as que trabajaban en casas de sectores pudientes que se contagiaron y desparramaron el virus por la situación de desprotección en la que viven. 

Un grupo de vecinos autoconvocados  de nuestros barrios , “Vecinos en Lucha Organizada Comuna 9 y 10”  elaboraron en estos días un documento donde denuncian estas falencias porteñas como efecto de la aplicación de políticas neoliberales en la ciudad, en su parte respectiva dice :-“la ausencia de políticas de urbanización de los sectores vulnerables, pusieron al descubierto que sus habitantes carecen de un insumo esencial como es el agua corriente y potable, pese a los pedidos desesperados de los vecinos, el problema se encuentra en todos los Barrios Populares pero uno de los más afectados es el Barrio Padre Mugica o Villa 31,  del barrio de  Retiro, que tuvo desabastecimiento de agua durante 12 días, sin obtener respuesta oficial, causando la muerte de varios referentes sociales,  entre ellos Ramona Medina, agravando y multiplicando los contagios”.

Prof. Ana María Salvador


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