Hay quienes piensan que la historia es cíclica; que damos vueltas y regresamos siempre al mismo lugar. No parece que sea así. Podemos imaginar la historia como una espiral. Volvemos a pasar cerca de acontecimientos vividos, pero vamos avanzando. Lentamente, sí. Más lento que lo deseable, pero avanzando.
El de los jubilados, es uno de esos acontecimientos.
Que “siempre ganaron mal”, se suele repetir. En parte es verdad, aunque hubo tiempos mucho mejores que el actual, nos consta. Pero en líneas generales, hoy la sociedad es bastante más justa con las personas mayores que hasta hace unos veinte años. No porque en estos días ganen más, sino porque son más los que están en condiciones de ganar algo.
La moratorias fueron (y esperemos que sigan siendo), una extraordinaria herramienta para incorporar a miles y miles de personas al sistema previsional. Trabajadoras y trabajadores que fueron estafados con sus aportes o que trabajaron en casa cuidando a la familia. Se quejan algunos, porque dicen que son demasiadas personas para repartir tan poco. Otra opinión, en cambio, es que hay que incorporar más dinero, no eliminar personas del reparto.
En estos días tan dramáticos que padecen los jubilados, en especial “los de la mínima” o de montos muy cercanos, se ilumina la figura de Norma Plá. ¿La recuerdan? La que pedía los 450 en tiempos de Menem, la que le dijo a Cavallo que no llore, la que nunca se pudo jubilar porque le robaron sus aportes durante los treinta años de trabajo en fábrica. Norma Pla, no tenía jubilación, tenía sólo la pensión de su marido.
Norma Pla fue una mujer valiente con poco para perder. Y tanto fue así, que en seis años perdió la vida. No atendió a su salud. El cáncer la devoró sin conocer el aumento reclamado.
Fue en esos días de Norma Pla cuando se instaló la marcha de los miércoles. Jubiladas, jubilados, pensionadas y pensionados, comenzaron a reunirse frente al Congreso para reclamar por sus haberes. Las primeras respuestas fueron los empujones. La policía federal arremetió con chalecos antibalas, con cascos y con palos. Las riñas se multiplicaron semana tras semana. Caídas, lastimaduras, detenciones. Un horror. Reprimían a los viejos como si fuesen una horda de saqueadores. Quisieron expulsarlos a toda costa. Nunca pudieron. Nuevas generaciones fueron ocupando ese lugar.
Pasaron treinta y cinco años. Y esos miércoles se mantienen. Pero la historia no se repite, se mejora. Personas como Norma Pla pudieron jubilarse, que no es poco. Y la necesidad de acompañar y multiplicar la presencia frente al Congreso, también resulta una mejora. Es una locura acostumbrarnos a que todos los miércoles golpeen, gaseen y repriman a las jubiladas y jubilados. Y en ese sutil despertar, aparecieron las hinchadas de fútbol para brindar su cercanía. La semana pasada fueron algunos de Chacarita. Para este miércoles se esperan, entre otros, seguidores de Témperley, Tigre, La Ferrere, Ferro y Morón, además de nuestros vecinos de Chicago y de Vélez.
No se trata de “Barras Bravas” que salen al combate. Nadie quiere esa otra locura. Son personas acostumbradas a dar aliento. Y para eso se convocan, para apoyar a ese enorme equipo de personas mayores que está jugando sus últimos partidos. Equipo en el que casi todos y todas, jugaremos alguna vez.
Sergio Zalba
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